Descripción
Cuento por Hernán y Ángel LAmenor. En el medio de la península hispano-portuguesa, justo sobre la mancha que tiene en su corazón, encontramos a Castiza.
Castiza era muy suya, lo que realmente venía a decir que era muy de todos, pues precisamente entre todos habían logrado erigir algo individual a la par que colectivo. Un lugar construido con la esencia de la acogedora forma de ser de sus gentes, habitantes que tenían bien claro que creer debe ser el mejor sinónimo de ver y que no necesitan abrazarte para hacerte sentir abrigado.
Una villa parte de una comarca donde Castiza era, más que su capital, su capitaleja. A su vez, en la misma podías encontrar un interesante catálogo de objetos inertes y ultracivilizados que, contradictoriamente, te llenan de vida. Entre este paradójico inventario estaba la estación de tren donde vivía el apicultor local, lugar principal para poder entender esta historia. Una historia anónima que, como tantas y tantas otras, es desconocida a la par que extraordinaria.